Dio Cassius Cocceianus, historiador y senador de la Antigua Roma, acometió a comienzos del siglo III la tarea de escribir una Historia de Roma compuesta por 83 libros, que hoy se conserva sólo parcialmente. En el número 37, ya relatando los últimos hechos de la República, se detiene a dar un par de curiosas explicaciones al orden de los días de la semana, que a continuación intento traducir:
La práctica de relacionar los días con las sietes estrellas denominadas planetas fue instituida por los egipcios, pero se ha extendido a todo el mundo, aunque su adopción ha sido comparativamente reciente; al menos los antiguos griegos la desconocían, hasta donde yo sé. Pero puesto que hoy es de uso generalizado incluso entre los romanos, me gustaría anotar algo sobre ello, indicando cómo y de qué forma han sido organizados. He oído dos explicaciones, cuya comprensión es sencilla, cierto, aunque involucran ciertas teorías. Si se aplica el llamado «principio del tetracorde» (que se considera constituye la base de la música) a estas estrellas, por el cual el universo entero se divide en intervalos regulares, en el orden en el que cada una gira, y se comienza por la órbita más externa, asignada a Saturno, se omiten los siguientes dos nombres de dioses hasta la cuarta, y después se saltan otros dos para alcanzar la séptima, y entonces se regresa y se repite el proceso con las órbitas y divinidades que las presiden del mismo modo, asignándolas a cada uno de los días, se descubre que todos éstos se arreglan de acuerdo a cierto tipo de conexión musical con la disposición celeste.
Ésta es una de las explicaciones dadas; la otra es como sigue. Si se comienza en el amanecer a contar las horas del día y de la noche, y se asigna la primera a Saturno, la segunda a Júpiter, la tercera a Marte, la cuarta al Sol, la quinta a Venus, la sexta a Mercurio y la séptima a la Luna, de acuerdo con el orden de los ciclos egipcios, y se repite el proceso, se descubre que la primera hora del siguiente día corresponde al Sol. Y si se continúa con la operación con las siguientes 24 horas del mismo modo, se le dedicará la primera hora del tercer día a la Luna; y si se procede similarmente con el resto, cada día recibirá su dios apropiado.


