Transcribo a continuación un fragmento de El tiempo en la historia, de G. J. Whitrow:
La base del calendario babilónico parece haber sido siempre lunar. El mes empezaba cuando la luna en cuarto creciente volvía a ser visible, por primera vez, después de la puesta del sol. En consecuencia, el día babilónico empezaba por la noche. Definido de esta manera, un mes lunar debía contener cierto número de días, pero a veces eran veintinueve, a veces treinta.
[…] Por lo general, el año lunar comprendía doce meses, pero eso es menos que el año solar. Con el fin de evitar que las estaciones se desfasaran, se insertaba un decimotercer mes de vez en cuando, aunque no existió un sistema regular para intercalar este mes adicional hasta el siglo V a.C., cuando empezaron a insertar siete de estos meses a intervalos regulares, en un ciclo de 19 años. Es probable que antes el estado de la cosecha decidiera la necesidad del mes adicional. El ciclo de 19 años se basaba en el descubrimiento de que 19 años solares son casi equivalentes a 235 meses lunares. Se conoce comúnmente por el nombre de ciclo metónico, por ser el astrónomo ateniense Metón quien lo introdujo en el año 432 a.C. […] Se sabe que los doce signos del zodíaco, de 30 partes y de igual duración cada uno, se emplearon desde poco después del año 500 a.C. Con el tiempo, esta división del cielo se traspasó a la división del círculo y, de este modo, dio lugar a la costumbre actual de dividir el ángulo completo (bidimensional) alrededor de un punto en 360 grados.
También debemos a los babilonios la semana de siete días, periodos posiblemente asociados a las fases lunares, y las divisiones de la hora. Era costumbre que los cálculos que implicaban fracciones se realizasen en el sistema sexagesimal (probablemente debido al buen número de divisores de 60), lo que los llevó a introducir minutos y segundos cuya duración, que dependía de la de la hora, no era constante durante el año.


