El calendario permanente de Hanke-Henry

Supe por la conocida Microsiervos de la enésima propuesta de calendario concebida con objeto de asignar el mismo día de la semana a cada fecha del año, y así evitar los complejos cálculos que hay que realizar para determinarlo. Ésta viene de la mano de Steve H. Hanke, economista de la Escuela de Ingeniería Whiting, y Richard Conn Henry, astrofísico en la Escuela de Artes y Ciencias Krieger. Aunque habría que anotar que se inspira en ideas engendradas de forma independiente por Bob McClenon, Irv Bromberg, Josef Suran y, en último término, el francés Paul Delaporte. Y se suma, como decía, a otros intentos previos que acabaron en el cajón de las ideas geniales pero completamente ignoradas, como son el calendario de Marco Mastrofini, el calendario positivista de Comte, el calendario fijo internacional de Cotsworth o incluso aquél con el que Tolkien fecha los tiempos de la Comarca. Y si se sacrifica la semana de siete días, la lista crece aún más.
La propuesta de Hanke y Whitting presenta no obstante un elemento original. El problema de la no divisibilidad de la duración del año por siete queda resuelto en los calendarios mencionados sacando un día del cómputo de la semana (dos los bisiestos). Así, quedan 364 dentro de este ciclo, lo que hace 52 periodos exactos. En vista del poco éxito de estos sistemas, que rompen con el transcurso de la semana, Hanke y Henry proponen una opción alternativa: retirar los días sobrantes directamente del año. Es decir, el almaque tendría 364 en lugar de 365 o 366. Y sólo cuando se acumulan días de retraso para completar una semana, lo que sucedería cada cinco o seis años, tal semana se añade para dar lugar a un año con 371 días. La idea no es tan descabellada como podría parecer: en el fondo es lo mismo que se hace en los bisiestos para recuperar los fragmentos de jornada acumulados. Esta semana adicional se añadiría después de diciembre, y pertenecería a un mes denominado extra.

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