Cada hora punta, la Staromestské námestí de Praga (la plaza del barrio que en el pasado se llamó Ciudad Vieja) se abarrota de turistas ansiosos de contemplar una de las citas que se programan en guías para visitantes. Observan un reloj en la torre del antiguo ayuntamiento adornado por ocho figuras. En un momento dado suenan campanas, se abren dos ventanas y empiezan a desfilar apóstoles. La Muerte agita un reloj de arena, la gente saca sus fotos, aplaude y abandona el lugar precipitadamente hacia otro punto del itinerario o una cervecería. Vamos a quedarnos, lector, rezagados con los pocos que han permanecido enfrente con objeto de comprender el conjunto de ruedas que dan a este elemento el nombre de reloj.

Antes de nada, la leyenda según la cual su constructor fue cegado al terminarlo es falsa. La parte más antigua de la maquinaria data de comienzos del siglo XV y es obra de Mikuláš z Kadaně, relojero del Imperio, y Jan Šindel, profesor de astronomía y matemáticas. La historia del relojero ciego la encontramos cuatro siglos más tarde en la obra del escritor checo Alois Jirásek. Tampoco las figuras y el frontal del reloj son los originales, que ardieron en la Segunda Guerra Mundial (prácticamente a la vez que los Aliados proclamaban la victoria; en Praga el final de la batalla se prolongó unos días más). Actualmente se observa una reproducción de las antiguas esculturas, que se agregaron al conjunto durante el siglo XVII.
Hay que anotar que la torre del antiguo ayuntamiento posee varios relojes más situados en la fachada contigua y la parte superior. El astronómico es el elemento central de un conjunto que enmarcan las figuras alegóricas y se encuentra insertado entre las ventanas tras las que circulan los apóstoles, arriba, y una representación de los meses del año, a sus pies. Esta última incluye también cada uno de sus días y los signos zodiacales, y relegaremos su descripción para otro momento.
En el centro del fondo fijo del reloj astronómico se muestra la Tierra dibujada dentro del círculo de color azul. El observador debe situarse imaginariamente sobre ésta para interpretarlo. De inmediato destaca un apuntador dorado que parte de él y que cumpliría una función semejante a la manecilla de las horas de nuestros relojes, con la salvedad de que efectúa una vuelta completa cada 24 horas, en lugar de cada doce. No nos despistemos con el conjunto triple de números que lo rodean: son tres formas diferentes de señalar la hora; de fuera adentro indicarían:
- La antigua hora en Bohemia y norte de Italia, apuntada con una mano que recorre una rueda móvil con números góticos. Ésta se contaba como fracciones de día de igual duración a partir del atardecer.
- Las horas iguales en números romanos. Coinciden con el tiempo local, el que empleamos habitualmente, si no tenemos en cuenta el horario de verano.
- Las horas desiguales, es decir, tal y como se usaban en la Edad Media, referidas con números arabigos. Se cuentan desde el amanecer y dividen el periodo diurno en doce partes iguales. Su duración varía por tanto en el transcurso del año, siendo más largas en verano y más cortas en invierno. Para resolver esto, los constructores han dividido la circunferencia no de forma radial, sino mediante curvas. La manecilla cuenta con la figura de un sol que se desplaza de dentro afuera según el mes, y la intersección del astro con las líneas doradas indica la hora en que nos encontramos.
Estas últimas curvas a las que nos referíamos y que dividen el reloj desde su centro al borde permiten también superponer una información adicional: puesto que marcan el recorrido del sol sobre el horizonte, es fácil indicar cuándo es de noche (la figura que lo representa se encontrará dentro del círculo negro) o de día; se precisa además la aurora y el crepúsculo en un tono marrón, y el orto y el ocaso en un color grisáceo. Durante del grueso del día el sol recorre la porción de fondo azul cielo.
El reloj indica aún una cuarta hora, la correspondiente al tiempo sideral. Para explicarlo brevemente, éste no viene determinado por el sol, sino por las demás estrellas. La Tierra, además de rotar sobre sí misma, efectúa una vuelta alrededor del Sol al cabo del año; eso hace que observemos 366 veces amanecer cada constelación en ese tiempo, en lugar de 365. Dicho en otras palabras, el día sidéreo dura cuatro minutos menos que el solar. Para leer en el reloj las horas en este tiempo debemos prestar atención no a la figura del sol, sino a otra con forma de estrella de seis puntas, también dorada y más pequeña, en el extremo de otro brazo. Su movimiento sobre las horas marcadas en números romanos indica el tiempo sideral.
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