Horario de verano

Un par de veces al año, en aproximadamente 75 países, sufrimos sendos cambios de hora (en primavera un adelanto de los relojes, en otoño un retraso) que parecen querer engañar el curso de los días. La medida pretende en realidad alterar nuestras costumbres de modo que aprovechemos mejor las horas de luz natural, y así obtener un cierto ahorro energético. Lógicamente, este cambio no tiene ningún sentido en los países cercanos al ecuador terrestre, en los que apenas se da variación estacional en las duraciones diurna y nocturna.
La propuesta del horario de verano es atribuida por algunos a Benjamin Franklin en su Carta a Journal de Paris. Sin embargo, a juzgar por el tono sarcástico del texto -llega a sugerir tañir las campanas de las iglesias, disparar un cañón en cada calle, apostar guardias para detener los carruajes por la noche… todo esto para ahorrar un poco de cera; hay que recordar que hasta un siglo después no se disfrutó de luz eléctrica-, no puede considerarse una exhortación ni remotamente seria a implantar esta medida. El verdadero artífice del horario de verano es entonces el británico William Willet. Éste publicó en 1907 The waste of daylight, donde proponía el ya mencionado cambio de las manecillas de los relojes, alterando su cuenta en 80 minutos. La idea se debatió en el ámbito político durante los siguientes años, sin llegar a aplicarse hasta la Primera Guerra Mundial. La pionera en hacerlo fue Alemania el 30 de abril de 1916. Le siguió rápidamente Reino Unido, y en los siguientes años los Estados Unidos y Rusia.
La medida ha sido siempre, incluso hoy, controvertida, y comúnmente se ha retirado y reimplantado varias veces en cada país. Asimismo, han ido variando las fechas en las que se producían los cambios. Tomemos por ejemplo el caso de España. Hasta el 1 de enero de 1901 cada provincia seguía una hora local correspondiente a su meridiano, si bien la oficial era la de Madrid. Para entendernos, los relojes en Madrid y Barcelona, separadas por un grado y medio, se diferenciarían en seis minutos. El año mencionado se decidió adoptar en todo el territorio peninsular la hora única del meridiano de Greenwich, y fue el 15 de abril de 1918 cuando se comenzó a aplicar el horario de verano. Éste se retiró en 1920, se volvió a implantar con Primo de Rivera, se eliminó durante la Primera República, se reinstauró en la Guerra Civil (pero sin acuerdo de fechas entre los bandos, de modo que podían regir horas diferentes en cada frente)… El 16 de marzo de 1940 se decidió adoptar en el territorio peninsular un nuevo huso horario, el denominado GMT+1, lo que supuso adelantar la hora. Ese año y el siguiente no hubo horario de verano pero el Régimen Franquista volvió a imponerlo y retirarlo alternativamente en los años 42, 47, 49 y 50. Por fin, coincidiendo con la crisis del petróleo en 1973, y a la par que bastantes países, se reintrodujo para no hacer más alteraciones. Otra cosa es la decisión de las fechas en las que se cambiaban las manecillas de los relojes, que se modificaron aún bastantes veces hasta que el Real Decreto 236/2002 de 1 de marzo incorporó la directiva 2000/84/CE de 19 de enero de 2001 del Parlamento Europeo y del Consejo de la Unión, por la cual la hora se cambia en la actualidad los últimos domingos de marzo y octubre, a las dos o las tres, según el caso. Como apunte curioso, mencionar que los trenes internacionales o de largo recorrido que circulan la noche en que se efectúa el retraso se detienen en las vías a la espera de que transcurran 60 minutos para no descuadrar las operativas de circulación.
No habría que escandalizarse por semejante confusión: durante las décadas de los 50 y los 60 cada localidad de los Estados Unidos podía aplicar a su antojo el horario de verano. En Iowa, por ejemplo, se llegaron a emplear 23 pares diferentes de fechas en un solo año, y durante cinco semanas cada año, los pasajeros que tomaban el autobús de ruta desde Ohio a Virginia Oeste, separadas escasamente por 56 kilómetros, debían ajustar sus relojes siete veces. Tampoco todos los adelantos o retrasos son de una hora exacta. La isla de Lord Howe en Australia usa cambios de 30 minutos, y en el pasado se han efectuado de 20 minutos o incluso dos horas.

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