Las horas canónicas

La Edad Media aportó un sentido nuevo a la medida del tiempo, por razón de su interpretación de cada acto humano desde el cristianismo. Desde un punto de vista técnico no observamos avance, al menos en su inicio, en la construcción de los relojes; antes bien, los de sol reproducen con continuidad los mismos modelos que en Europa se empleaban durante el Imperio Romano. No obstante, sí cobra un nuevo significado su lectura: donde antes se marcaban las horas desiguales o temporales, ahora observamos indicadas las horas canónicas. Si antes el instrumento servía para regular los actos sociales, en la Edad Media fija los momentos para orar. Por eso es conveniente repasar brevemente las horas romanas antes de comentar el Medievo.
En la Antigua Roma el día se dividía en 24 partes, del mismo modo en que se hace hoy, pero no de igual duración. El periodo diurno, desde el amanecer hasta la puesta de sol, se fraccionaba en doce partes iguales, y el nocturno en otras tantas. Esto quiere decir que durante los equinoccios poseían igual longitud, pero no así el resto del año. Las horas diurnas en verano eran sensiblemente más largas que las nocturnas, y en invierno sucedía lo opuesto. Por supuesto, esta duración también dependía de la latitud. Para determinar el tiempo se usaban de día relojes de sol normalmente, y de noche clepsidras. El conteo no se iniciaba, como nosotros hacemos, desde la medianoche, sino a partir del amanecer. Así, se denominaban prima, secunda, tertia, quarta… undecima y duodecima.
Aunque en el contexto de la astronomía se empleaban desde los babilonios lo que se denominan horas iguales, es decir, una división del día completo en 24 partes con la misma duración, las horas desiguales fueron de uso común hasta el siglo XIV (realmente hasta bastante después, su desaparición fue paulatina). En la Edad Media, como comenzábamos diciendo, éste era el uso. Aunque rezos similares se venían haciendo desde al menos el siglo IV, en la primera mitad del VI san Benito recomendó a sus monjes unas serie de oraciones que, distribuidas en distintos momentos del día, permitían completar al cabo de la semana el salterio completo. De ahí deriva la denominación de horas canónicas, pues su origen está ligado a la orden monástica. Atendiendo al Salmo V, en el que se mencionan siete alabanzas a Dios al cabo del día, los oficios diurnos se agrupan en tantas partes. En tres de ellas (las horas mayores) la asistencia a la Iglesia era obligatoria. No ocurría así en las menores, durante el periodo de la jornada, en las que el monje sólo debía detener su labor al oír la campana y orar allí donde se hallase. Los nombres de las horas canónicas son los siguientes:

  • Maitines. Se rezan poco después de la media noche; se trata de la primera oración del día.
  • Laudes. Durante el amanecer.
  • Prima. Hereda su nombre de la denominación en el Imperio Romano. La oración es la tercera según las horas canónicas, pero tiene lugar pasada una hora de haber salido el sol.
  • Tercia.
  • Sexta.
  • Nona.
  • Vísperas. Antes de ponerse el sol. Junto con los maitines y los laudes constituyen las horas mayores.
  • Completas. Surgen como una repetición de las vísperas, y se celebran poco antes de ir a dormir.

Los relojes de la Edad Media con frecuencia marcan las divisiones del día según las horas de rezo. A estos instrumentos se les denomina relojes de misa.

Horas canónicas
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