Al igual que sucede en muchas regiones, el calendario que regula la vida ordinaria en China es el gregoriano, establecido administrativamente en 1912, aunque con objeto de determinar ciertas festividades, como la de la Primavera, la del Barco del Dragón o la del Otoño, se emplea el calendario tradicional. Es frecuente encontrar textos que le atribuyen más de cuatro milenios de antigüedad, lo cual sería tan correcto como decir que en Europa nos regimos por los mismos ciclos desde mucho antes de que viera la luz el faraón Shepseskaf. La verdad es que no se tienen evidencias de un calendario basado en observaciones astronómicas hasta la dinastía Shang, en torno al 1300 a.C., y el primero calculado data del 484 a.C., si bien éste contemplaba tan tempranamente el ciclo metónico. Todavía habría de sufrir numerosas reformas posteriormente hasta el año 1645, principalmente con el objeto de ajustar de forma precisa los ciclos del sol y la luna. Para explicar esta necesidad habría que dar cuenta de la importancia histórica de la astrología, cuyos preceptos no pueden independizarse del calendario dictado por los emperadores. A continuación damos pues sólo la descripción del que se emplea en la actualidad.
Los meses del calendario chino tradicional son de carácter lunar. Se inician con cada luna nueva, lo que significa que poseerán de forma casi alternativa 29 o 30 días. El año está formado usualmente por doce meses. Lo cual suma 354 días; 11 y cuarto menos de lo que corresponde a un año solar. Para acompasar ambos periodos se intercala en la cuenta de los meses uno adicional cada dos o tres años (siete veces cada 17 años se podría decir), siempre que el sol no atraviese una marca zodiacal. Durante el primero de los meses el sol cruza Piscis, y éstos se nombran a partir de él. El año da comienzo en la conocida fiesta del Año Nuevo; no obstante, de cara a la elaboración del calendario, no es una insensatez decir que hay que tener en mente como primer instante el solsticio de invierno, pues se fuerza a que éste acaezca en el mes undécimo. Aunque existen reglas para efectuar estos cálculos, a pocos escapa la necesidad de un organismo oficial para resolver dificultades, como la que acaecerá el año 2033 cuando el Año Nuevo caiga en la segunda luna nueva tras el solsticio de invierno. De ello se encarga el Observatorio de la Montaña Púrpura, en Nanjing.
Cada mes se compone de tres semanas de diez días, aunque éstas no poseean la relevancia que tienen para nosotros. Cada día da comienzo a las 11:00 p.m. y se subdivide en doce partes, de una duración equivalente a dos de nuestras horas. Por otra parte, se conserva una unidad de tiempo denominada ke. Aunque ésta antes poseía una duración igual a la centésima parte de la jornada, hoy se ha aproximado a un cuarto de hora.
Los ciclos no terminan aquí. Los años para los chinos se van numerando de acuerdo de acuerdo a diez troncos celestes e, independientemente, doce ramas terrestres (representadas mediante animales). La combinación de ambas cuentas da lugar a un ciclo de 60 años. Aunque ha caído en desuso, se empleaba un sistema semejante para denominar los días y los meses. Estos periodos de 60 años, o eras, servían para datar los acontecimientos, de una forma cíclica. No se ha hecho presente hasta recientemente (los antecedentes los podemos hallar en el siglo XVII, pero este uso no ha sido común hasta el XX) la necesidad de numerar secuencialmente los años, para lo cual se ha elegido como instante de inicio el 2697 a.C., comienzo del reinado de Huangdi, el legendario Emperador Amarillo. Tal es la razón de que, como decía al inicio, se le atribuya a veces erróneamente tan larga edad a este calendario.


