Pascua

De El tiempo en la historia, de G. J. Whitrow:

A pesar de que en el año 655 la muerte en batalla de Penda, rey pagano de Mercia, selló la victoria del cristianismo sobre el paganismo, este importante acontecimiento se vio eclipsado por la disensión entre la Iglesia romana y la céltica. La principal fuente de discordia la constituía la fecha de la Pascua. Las reglas actuales para su determinación, como se establece en el Book of Common Prayer (libro de la liturgia de la Iglesia anglicana), siguen la tradición romana, según la cual el día de Pascua es el primer domingo después de luna llena, tras (o en el) 21 de marzo. Pero si la luna cae en domingo, entonces el día de Pascua es el domingo siguiente. El motivo era evitar que coincidiera con la Pascua judía (la expresión «luna llena» significa el decimocuarto día a partir de la primera aparición de la luna). La Iglesia celta, fundada en el siglo VI por san Columbano con la ayuda de instruidos monjes irlandeses, siguió a Roma al celebrar la Pascua siempre en domingo, a diferencia de las iglesias orientales; pero debido a su lejanía, la Iglesia celta tuvo dificultades para estar perfectamente informada de los cambios doctrinales y de otra índole determinados por Roma. Así pues, a diferencia de Canterbury, cuando el decimocuarto día de la luna caía en domingo no logró mantener la sincronía con la práctica romana. Como resultado, a mediados del siglo VII en Northumbria surgió un peculiar problema. Mientras el rey Oswiu seguía la práctica celta, su consorte, la reina Eanfleda, que tenía a su lado a un padre de Kent llamado Romano, se adhirió a la práctica romana. La mayoría de los años no había representado ningún problema, pero en una ocasión la celebración por el rey de la fiesta de Pascua se vio enturbiada por la ausencia de la reina, que estaba todavía ayunando porque para ella era domingo de Ramos.

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