Reloj de sol de papel

Damià Soler nos propone en su página la construcción de un reloj de sol de papel. Intentaré probarlo en cuanto tenga ocasión, ya que parece un trabajo muy cuidado. No obstante, no se llame el lector a engaño: el artefacto que resulte no es apropiado para determinar cuándo salir de casa con ocasión de asistir a una cita, al menos si se pretende ser puntual. Y si usted llega tarde, no podrá culpar al reloj, que estará marcando la hora perfectamente. El retraso se debe a que lo que éste muestra no es la hora civil, sino la solar. Y supongo que ésta es una buena ocasión para hablar de la diferencia entre ambas.
Como el lector imaginará, la hora solar la determina la posición del sol. En el momento en que la sombra es lo más corta posible, y señala al Sur, decimos que es mediodía. Si estuviésemos en el hemisferio norte, claro está; en el sur apuntaría en hacia la dirección contraria. Pues bien, al dividir el tiempo que transcurre entre dos mediodías en 24 partes iguales obtenemos las horas solares. No deben ser confundidas con las canónicas o las temporias, que no representan periodos de igual duración. Según este sistema, dos ciudades con distinta latitud (pongamos Barcelona y Madrid) tendrán distinta hora solar, ya que el mediodía no acaece en ambas al mismo tiempo. Pero hay una segunda razón que diferencia la hora solar de la civil. Ésta última contempla la duración del día no como el tiempo que transcurre entre dos mediodías cualesquiera, sino como la media de dicho valor a lo largo del año. Puede parecer una diferencia muy sutil, pero la realidad es que el día solar no tiene la misma duración a lo largo de todo el año. Debido a la excentricidad de la órbita terrestre (junto a la distinta velocidad de traslación del planeta alrededor del Sol) y la inclinación de su eje, los días solares no tienen la misma duración a lo largo del año. Las diferencias son de apenas unos segundos, así que a efectos prácticos nuestros días son casi iguales utilicemos un reloj solar o uno civil. Pero estas diferencias se acumulan, haciendo que si comparásemos las horas de ambos podríamos verlas desfasadas en más de quince minutos.
Me intentaré explicar mejor. Sincronicemos nuestros dos relojes, el que marca la hora solar y el que marca la civil, a mediodía del solsticio de invierno. El reloj civil contará segundos de igual duración a lo largo de todo el año, pero el solar no. Pasado un día, el reloj solar estará retrasado unos 25 segundos respecto del otro, y la diferencia acumulará casi 50 al día siguiente. A mediados de febrero habrá alcanzado el máximo de su retraso: unos catorce minutos. En ese momento el día solar pasa a ser más corto que el civil, recuperando el tiempo perdido. A mediados de abril sus horas volverán a coincidir, pero ya entonces la duración de la hora solar habrá comenzado a disminuir, y a mediados de mayo ésta será más corta que la civil. Poco antes del solsticio de verano coincidirán de nuevo ambos relojes. Estos vaivenes se expresan gráficamente en lo que se conoce como ecuación del tiempo, que no viene a ser otra cosa sino la representación de los adelantos y retrasos acumulados por la hora solar respecto del tiempo civil, y que deberíamos usar, caso de tener que recurrir a un reloj solar, para corregir sus lecturas.

Ecuación de tiempo
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