Existen siete manuscritos negros en el mundo. Se trata de unas obras preciosas, frágiles y caras que se produjeron en Flandes a finales del siglo XV. El mejor conservado se encuentra en Viena descuadernado y guardado entre planchas de acrílico: es el Libro negro de las horas o Das Schwarze Gebetbuch. El color de sus hojas lo origina la agalla, un tinte procedente de la envoltura de una larva parásita del roble, fijado como vitriolo, que posee una gran profundidad, pero es muy corrosivo, razón por la cual, cinco siglos después, su pergamino se pulveriza al tacto. Los textos están escritos con letras de oro y plata, que han sobrevivido también a la oxidación, y profusamente decorados con miniaturas. Perteneció, aunque no fuese su primer propietario, a Galeazzo Maria Sforza, cuyas armas se añadieron a la primera hoja. Quienes han visto alguno de estos manuscritos afirman que los colores brillan de modo especialmente intenso sobre lo oscuro.
El libro recoge el ciclo de oraciones, acompañado de representaciones religiosas, varias del tamaño de una página y proverbios o medallones con escenas domésticas y rurales. Los márgenes suelen estar decorados con coloridos acantos, frutas y aves. Se usaba como ayuda al rezo en distintas horas del día (laudes, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas). Este manuscrito recoge un conjunto de oraciones asociadas unas a las horas de Cristo en la cruz y otras a María y, como es usual, lo acompañan una misa, varios salmos, un oficio de difuntos y va precedido por un calendario. Éste dedica dos páginas a cada mes, encabezada la primera de cada par por una representación de una escena cotidiana correspondiente a ese momento del año y su signo zodiacal.


