Tratado de los reloxes elementares

La editorial Maxtor tiene publicada una edición facsímil cuanto menos curiosa. Se trata de una traducción revisada de una obra que el italiano Domenico Martinelli de Spoletano publicase en 1669 con el título de Horologi elementari divisi in quattro parti. El título es, como era usanza, más extenso, y aclara que el adjetivo elemental hace referencia a cada uno de los principios griegos clásicos. Así, nella prima parte fatti con l’acqua, nella seconda con la terra, nella terza con l’aria, nella quarta col fuoco: alcuni muti, & alcuni col suono, tutti facili, e molto commodi. La obra no queda sólo en esa meta, sino que adorna cada construcción con varios ejercicios: cómo reducir el tamaño de los relojes, o un mecanismo que señale el día de la semana, el mes y la fase lunar, estudia variantes sin ruedas o contrapesos, para tocar de otro modo las campanas, etc. Un siglo después, en 1770, don Francisco Pérez Pastor publica la edición a la que hacía referencia, con la que media una traducción francesa, engrosada con sus propios comentarios.
Como cabe esperar, muchas de las construcciones son meros experimentos mentales, forzadas en parte por cierta pretensión filosófica del texto de Domenico Martinelli, que no debe extrañarnos para tal época, pero sí compite con la practicidad de la que hace gala el título. Y si ya en el momento de su publicación se puede considerar desfasado por la revolución que suposo el recién nacido reloj de péndulo en cuanto a exactitud, en la época de la impresión española su interés no es otro ya que anecdótico. En muchos casos (por ejemplo, en el reloj de fuego, impulsado por la llama de una vela) no se dispone de nada parecido a un mecanismo de escape o éste raya lo cómico por la imprecisión a la que lo fuerza el corsé de su planteamiento. Así nos describe parte de la construcción del reloj de aire:

Tratado de los relojes elementares
Tratado de los relojes elementares

Estas pequeñas planchas se pondrán una sobre otra, encolando al rededor buen pellejo, que no estè agujereado, para encerrar el ayre. Ha de ser bien suave, y que estè bien curtido, para que al baxar, y subir los fuelles se doble, y estienda con facilidad: pero sobre todo es necesario, que estè bien encolado con las dos tablas, de suerte, que el ayre no pueda salir de ningun modo, porque quando se necesite darle alguna salida, se hallarà facilmente el medio.
Además de estos dos fuelles, ha de haver tres ruedas, ò mas, segun la necesidad: porque no se puede determinar el numero, sin que se sepa antes el efecto que producirán los dos fuelles: pues estando hechos de buen pellejo, guardarán mas tiempo el ayre, y por consiguiente se necesitaràn menos ruedas: pero si los fuelles no lo guardan muy bien, serán menester mas.

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