Un reloj para Marte

Supe a través de Juan de una idea curiosa en la novela de ciencia ficción de Marte Rojo, de Kim Standley; la narración describe los inicios de la colonización de nuestro planeta vecino, y ganó el premio Nébula en 1993. El párrafo de nuestra atención dice como sigue:

Y entonces tocaron la medianoche, y entraron en el lapso marciano, el intervalo de treinta y nueve minutos y medio entre las 00:00:00 y las 00:00:01, cuando las cifras desaparecían o las agujas dejaban de moverse. Así fue como los primeros cien [colonizadores] habían decidido reconciliar el día un poco más largo de Marte con el reloj de veinticuatro horas, y la solución había resultado extrañamente satisfactoria.

Para que nos entendamos, la duración del día en Marte es sorprendentemente cercana a la de la Tierra. No llega a excederla en cuarenta minutos. Por eso, cuando se ha hablado de asentamientos a largo plazo en dicho planeta -la cuestión no es reducto de la ciencia ficción, ha sido considerada por agencias espaciales-, ha parecido evidente aprovechar la circunstancia y no trastocar demasiado nuestro sistema de cómputo. Hasta donde he podido investigar, la idea tal y como está expuesta en la novela ya había sido planteada dos años antes por B. Clark en el artículo A Day in the Life of Mars Base. Lo menciona R. Zubrin en The Plan to Settle the Red Planet and Why We Must, quien prefiere con el mismo objeto alargar imperceptiblemente la duración del segundo en lugar de detener los relojes al acabar el día. Por supuesto, cuando consideramos el calendario, una adaptación semajante es imposible: el año dura 669 días marcianos, y la gran excentricidad de su órbita hace sus estaciones muy diferentes a las nuestras.
Tiene mucho menos interés considerar a efectos prácticos el día en otros planetas: Venus está sumido en una opaca y corrosiva atmósfera, Mercurio orienta siempre la misma cara al Sol, los demás son inhabitables gigantes gaseosos… Pero si el lector quiere ejercitar la imaginación puede considerar el caso de la Luna y plantearse cómo construiría un reloj para sus habitantes. Doy una pista para quien no conozca su periodo rotacional: nuestro satélite nos presenta siempre la misma cara.

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